martes, 21 de diciembre de 2010

La vieja mecedora

Dicen que los objetos antiguos siempre tienen una historia detrás, sin poder ocultar lo que pasó anteriormente. La historia que os voy a contar es la de un joven.

Una mañana, en el pueblo donde residía había una gran subasta, debido a la demolición de una vieja casa abandonada y todos los objetos de valor que en ella se encontraba los iban a venderse.

El joven al enterarse fue rápido a ver si veía algo que llamase su interés. Pensaba que sería una buena idea encontrar algo que le sirviera para el salón y pudiera a su vez no ser un simple adorno.

Al llegar a la subasta, veía libros viejos, una lámpara de araña, algunos armarios y un baúl, pero nada que llamase su atención. La puja comenzó, hasta que de pronto vio, que se subastaba una mecedora; que por muy simple que se viese, era perfecta para el rincón del salón. Así que después de estar luchando por ese asiento, consiguió comprarlo.

Cuando llegó a su casa, abrió la caja que la contenía y la colocó en el lugar que había dispuesto para ella. Cómoda, confortable y barata, era perfecto para sus horas tanto de lectura como de sueño.

Los días pasaban sintiéndose más orgulloso de la buena compra que había hecho, sin arrepentirse de nada, pues comía y se echaba su pequeña siesta o a veces se ponía delante de algún libro a leer, balanceándose horas y horas.

Una noche de tormenta oyó el crujir de la madera, pero pensó que aquel estruendo lo generaban los árboles de la calle, se fue a dormir, porque por la mañana tendría que madrugar para ir a trabajar.

Al día siguiente hacia su vida como siempre, hasta que llegaba la noche y volvía a oír ese extraño sonido, no produciéndola ni la tormenta, ni el viento; sonando en el interior de la casa. Bajó a ver lo que pasaba, pero todo estaba en calma; lo más seguro que fuese que estaba soñando pues eran las tres y media de la mañana.

El tiempo pasaba, haciéndose cada vez más repetitivo cuando daban las tres, pero siempre bajaba, lo revisaba todo, miraba cada rincón, pero no hallaba nada.

Una noche no podía conciliar el sueño y se puso a leer a altas horas. Dieron las tres de la mañana y allí seguía con su lectura, pasando páginas y más páginas, hasta que se levantó a por un vaso de agua.

Mientras se encontraba en la cocina oyó ese maldito ruido que lo tenía nervioso, pues no sabía de donde provenía, observando que delante de sus ojos se movía la mecedora incesantemente. Pero allí no corría el viento por ninguna parte y lo que fue más curioso que al ponerse delante del asiento, se paró en seco. El muchacho no podía creer lo que veía, pensaba que había leído demasiado y era todo producto de su imaginación.

Al día siguiente se acerco a los que le vendieron la mecedora, para buscar respuestas a lo que le ocurrió, pero nadie le pudo contestar. Marchándose para su casa, sintiendo que lo sucedido la noche anterior fue desvaríos debido al cansancio.

Dando el reloj las tres de la mañana, se escuchó de nuevo ese infernal ruido. El chico no salía de su asombro, pero todo esto debía de acabar, no podía continuar así, se tenía que deshacer urgentemente de ese condenado mobiliario.

Bajando cada peldaño de la escalera hasta llegar al final, se topó delante de la mecedora, que se movía cada vez más ligera. Sin pensarlo actuó rápidamente dirigiéndose hacia ella, pero de repente cuando la fue a cogerla, un escalofrío atravesó su cuerpo, al sentir que una mano se posó en su hombro.

A la mañana siguiente un compañero suyo de trabajo, se extrañó de que no fuera como cada día, pues siempre era muy puntual y si estaba enfermo, siempre llamaba para avisar.

Acercándose a la casa donde vivía el joven, nadie respondía a las llamadas del timbre hasta que se fijó que la puerta estaba entreabierta; adentrándose en el lugar, no podía ni imaginar lo que allí veían sus ojos. Pasó la entrada encontrandose con la figura de su compañero muerto, sentado en la mecedora, con los ojos fuera de sus órbitas, mientras que sujetaba su libro,.

Los días pasaron desde aquel nefasto suceso, algunos pensaban que murió de forma natural, otros que se suicidó con algún veneno, pero sois los únicos que podéis juzgar por vosotros mismos; yo, a decir verdad, os dejo que saquéis conclusiones de todo esto, mientras que saco a subasta UNA VIEJA MECEDORA…

La combustión humana espontánea

Por combustión humana espontánea (SHC, del inglés Spontaneous Human Combustion) se entienden los casos en los que una persona de forma repentina arde hasta la incineración sin que haya habido, en apariencia, causas exteriores. Como veis, suena inquietante.

El primer caso registrado se fecha en 1725 y va asociado al nombre de Nicole Millet. En un principio, se le imputó al marido la responsabilidad del suceso. Sin embargo, la audaz defensa se basó en una hipótesis acaso no tan fantasiosa: la mujer había ardido de suyo, convirtiéndose en pira humana sin motivo conocido.

Las pruebas se basaban en un detalle asaz curioso: ni la silla donde se encontraba ni el suelo en derredor mostraban signos de que se hubiese producido un incendio, según narró años después Jonas Dupont, quien recogió el caso en su De Incendiis Corporis Humani Spontaneis (1763). Con esta obra, Dupont puso el dedo sobre la llaga, mejor dicho sobre la ceniza, popularizando un fenómeno tan raro que al principio, por fuerza, tenía que confundirse con una especie de fuego divino y castigo sobrenatural.


Pero los presuntos casos de combustión humana espontánea no se quedaron ahí. De hecho, el siglo XX es fértil en tales. Por ejemplo, el 2 de julio de 1951, en St. Petersburg, Florida, los restos de la sexagenaria Mardy Hardy Reeser fueron descubiertos por su casera. De la señora Reeser quedaban apenas el cráneo miniaturizado, un par de vértebras y el pie izquierdo. Lo demás, cenizas. Asimismo, las paredes estaban como barnizadas por una especie de sustancia aceitosa y grasienta.

En 1964, Helen Cornway, otra anciana de un pueblo de Pennsylvania, se unió a la lista, lo mismo que, en 1966, el doctor John Bentley, de 92 años de edad, uno de cuyos pies fue hallado en el baño de su casa rodeado de ceniza. Lo sorprendente también en este caso es que el incendio apenas hubiese afectado al resto del cuarto, circunscribiéndose a un contorno preciso y delimitado. Uno de los últimos episodios, en fin, sucedió en Gales, en 1980. La víctima se llamaba Henry Thomas, de 72. Se encontraron los dos pies y trozos del cráneo.

En la mayoría de las muertes, la explicación oficial se resumía en incendios involuntarios causados accidentalmente, por ejemplo mediante cigarrillos no apagados correctamente. Que las víctimas fuesen todas de avanzada edad, por consiguiente más sujetas a descuidos y menos capaces de reacción, parecería corroborar la teoría.

Sin embargo hay un grandísimo “pero”: quemar un cuerpo de modo que se vea convertido en ceniza no es tan sencillo. Efectivamente, se necesitan los rigores del mismo infierno para que de los huesos no quede sino carbonilla, temperaturas en todo caso muy superiores a los mil grados centígrados. ¿De qué manera una colilla caída sobre un tejido podría convertirse en semejante deflagración?… Sinceramente, no le vemos ningún sentido.

Fuente: Sobreleyendas

El misterio de Mona Lisa

El cuadro, perteneciente a Leonardo da Vinci, data del per?odo de tiempo entre 1503 y 1506. Es un ?leo sobre tabla de ?lamo de 77 x 53 cm, cuya t?cnica empleada fue el ?sfumato?: un procedimiento muy t?pico de Leonardo da Vinci en el que se superponen varias capas de pintura muy finas y delicadas, consigui?ndose un efecto vaporoso que imprecisa los contornos dando sensaci?n de borrosidad.

Adem?s, el pintor jugar?a con las perspectivas, dibujando as? un horizonte m?s alto que otro, lo que consigue que La Gioconda se muestre m?s alta si se la observa desde el lado derecho.

La obra es propiedad del Estado Franc?s desde el siglo XVI y se puede ver en el Museo del Louvre, de Par?s.

Pero a pesar de la cantidad de informaci?n t?cnica e hist?rica que se tiene acerca de la Mona Lisa, lo cierto es que nunca se han llegado a saber una serie de cosas: qui?n es esta misteriosa mujer y, sobre todo, por qu? sonr?e.

Seg?n informaci?n recogida, e incluso elaborados estudios hist?ricos, la tesis m?s votada es que esta mujer era esposa de Francesco Bartolomeo del Giocondo (de ah? lo de ?La Gioconda?), cuyo nombre era Lisa Gherardini.

Esta teor?a ser?a apoyada en su libro ?Mona Lisa, mujer ing?nua? el historiador italiano Giuseppe Pallanti, convencido de que se trataba de Gherardini, una dama de Florencia que se habr?a casado por segunda vez con Francesco. ?ste se habr?a quedado viudo y habr?a tenido con Lisa cinco hijos v?stagos. Seg?n los estudios, se habr?an casado cuando Lisa ten?a 16 a?os y habr?a posado para Leonardo cuando contaba con 24 o 25.
El historiador la habr?a llamado ?donna ingenua? porque ?ste era un apelativo cari?oso que el marido empleaba con ella.

Otras hip?tesis apuntan a que se trataba de una cortesana, o de una modelo irreal imaginada por el artista. Incluso, se ha llegado a decir que se trataba del propio Leonardo.

No obstante, la tesis inicial parece ser la m?s convincente. Pallanti da pruebas fehacientes de ello. As?, se confirmar?an las teor?as expuestas por el escritor italiano Giorgio Vasari en ?Vidas de los mejores pintores, arquitectos y escultores italianos?, que se public? en 1550 y que ser?a ampliada en 1568.

Una vez concretado esto, la pregunta ser?a ?y de qu? se r?e Mona Lisa?

Hasta la Universidad de Yale en Estados Unidos nos acercamos para explicar las investigaciones all? llevadas a cabo. ?stas dicen que la dama sonr?e porque est? esperando un hijo. Una raz?n es que, tal como el s?ntoma de una embarazada, Lisa tiene las manos hinchadas. Adem?s, la manera en que ?stas reposan sobre el vientre da sensaci?n de protecci?n de su beb?.

Se dice que Leonardo la pint? consiguiendo un efecto por el cual si miras directamente la sonrisa, ?sta desaparece y s?lo reaparece cuando se observa cualquier otra parte del cuadro.

Sea como sea, nunca se ha llegado a saber el verdadero estado de ?nimo de la Mona Lisa. Qu? se esconde tras esa misteriosa y desconcertante sonrisa, que seg?n se mire parece p?cara, protectora, triste, serena o hasta mal?vola.

As? descansan mitos y leyendas en referencia a la obra, m?s a?n cuando el 21 de agosto de 1911 fue robada del Museo del Louvre. El autor del robo ser?a un tal Vicenzo Peruggia, al que la polic?a consigui? coger en diciembre de ese mismo a?o. Despu?s de recorrer una serie de ciudades como Florencia, Roma y Mil?n, volver?a, sana y salva, al Louvre en 1914.

Actualmente est? protegido por unos potent?simos sistemas de seguridad y protecci?n. De la misma forma, est? asegurada tambi?n la pervivencia de miles de inc?gnitas sin respuesta. Inc?gnitas que siempre adornar?n la fama de la obra.

Noche estrellada

Una joven pareja decide dar un paseo nocturno or el bosque cercano a su ciudad para ver las estrellas y el firmamento sin la polución de la urbe. En el momento de regresar a casa, el muchacho se da cuenta que el coche no arranca. Tras un rato intentándolo, él le propone a ella esperarle en el coche mientras va a pedir ayuda. Ella, aunque algo asustada, acepta. Nada más partir él, cierra bien todos los seguros.

El tiempo pasa y su novio aún no ha regresado...Siguen pasando los minutos y el miedo en ella cada vez es mayor. De repente, ella empieza a escuchar un ruido en el exterior, más concretamente en el techo del coche. Parecía como si una rama de árbol rozará con el coche por el aire que soplaba fuera. Aunque era extraño, porque no estaban próximos a ningún árbol. Aunque asustada, al final termina durmiéndose.

Al amanecer, la muchacha es despertada por la policía. Extrañada, ella abre la ventanilla y le piden que salga del coche, pero que no mira detrás de ella. Evidentemente, se volvió y vio a su novio muerto, colgando de la rama de un árbol mientras sus pies rozaban el techo del coche.

El bosque de los suicidios

Leyenda de una pareja pidiendo ayuda en el llamado bosque de los suicidios.

Una noche un hombre iba atravesando por un bosque, donde había ocurrido muchos casos de suicidio. El bosque era tan enorme que apenas se encontraban los restos. El hombre iba en coche, y con un poco de miedo, ya que conocía la fama que tenía ese bosque.

"Dios mío, no me extraña que vengan aquí a suicidarse, esto está más perdido que... eh, ¿qué es eso?"

Notó que había algo en la carretera y cuando estaba ya cerca vio que era una pareja tendida en el suelo. La chica no se movía pero el chico estaba haciendo señal pidiendo ayuda.

El hombre se bajó del coche y le preguntó: "¿Qué os ocurre, en un sitio como aquí?"

"...Vinimos a suicidarnos... Nosotros queríamos casarnos, pero nuestros padres no nos permitieron por eso vinimos aquí, pero estoy arrepentido, por favor llévanos a algún hospital..."

El hombre llevó al coche a la chica que no se movía y le ayudó al chico a subir. Corrió todo lo que podía hasta llegar a un hospital más cercano mientras oía la voz del chico..."¿Está lejos el hospital?...Por favor dese prisa..."

El coche llegó al hospital. "¡¡Socorro, por favor, hay dos que están muy grave!!" El hombre explicó todo lo que había pasado mientras sacaban a los dos de su coche. Parecía que el chico había perdido el conocimiento.

El hombre tuvo que esperar un buen rato hasta que salió el médico que examinaba a los dos. "Doctor, ¿cómo están? ¿Se salvará la vida?"

"Siéntese... Vamos a ver, según lo que explicó los encontró en el bosque, ¿verdad?" "Sí" "¿Hace cuánto tiempo?"

"Hará.. como una hora o un poco más..." "Y dice que habló con el chico." "Sí, la chica no estaba consciente pero el chico me explicó lo que pasó y todo el camino me estaba diciendo que corriera, que me diera prisa."

"Es que... es muy extraño... Los he examinado y los dos están muertos por lo menos desde hace 5 horas..."

Por Antonio Jesús Estrada Arroyo y Alberto Peláez Arroyo

Leído en http://www.mitos-mexicanos.com/content/view/466/73/